Las tres hermanas
Hace tiempo, mucho tiempo, tanto que los más viejos del lugar no lo recuerdan, más allá de donde Crono viste de blanco las sienes, en el seno de una familia de labradores, nacieron en un mismo parto tres hermanas. Los padres, personas humildes y bondadosas, le dieron gracias a los Dioses por el triple regalo recibido.
Al día siguiente del múltiple acontecimiento, sin que la feliz y cansada madre se enterara, el padre ascendió a lo más alto de una colina cercana a su humilde morada, desde donde su roma cima se divisaba el comienzo del mundo. Allá arriba, con éste a las espaldas y el cielo de frente, les habló a los Dioses pidiéndole ayuda para el cuidado y mantenimiento de aquellas tres hermosas niñas que les habían enviado. Les recordó que era pobre y que el campo, en el que trabajaba, no le daría lo suficiente para sustentarlas.
Le ofreció en su honor los mejores productos sacados de la trabajada tierra. El humo que producía ese sacrificio subía a los cielos en una blanca, larga y recta columna en señal de que eran bien recibidos por los inmortales habitantes del Olimpo.
Los Dioses al oír sus plegarias, y recibir aquel sacrificio, le conminaron para que siguiera trabajando como siempre lo había hecho. Le dijeron que les rindiera la pleitesía debida y así, de esa forma, ellos les enviarían la ayuda necesaria para la crianza y educación de aquellos hermosos querubines.
Todos los días a la puerta de su morada eran depositados, en un cesto por los enviados divinos, los mejores productos que se podían imaginar. De la Vía Láctea le llegaba el preciado y blanco líquido, escapado de los senos de la diosa Hera cuando, a esta, Hércules le mordió al ser amamantado. De las huertas, y de los bosques, del Olimpo le llegaban los mejores productos del campo y de la caza. De las profundidades de los mares de Neptuno provenían las mejores especies marinas. En los crudos inviernos de la fragua de Vulcano le llegaban los calores que mitigaban los fríos haciendo que las pequeñas niñas crecieran con sus alabanzas
Todos los dioses colaboraban en la crianza de estas tres hermosas niñas. Los dones que ellos les otorgaron las bañaron tanto en belleza como en sabiduría. Pero uno de los males, que Pandora había dejado libre, se apoderó de cada una de ellas. Era la soberbia que agazapada en cada uno de aquellos pequeños corazones iba creciendo sin que nadie se percatara de ello.
El tiempo pasaba y las tres niñas se iban convirtiendo en mujeres a cada cual de ellas más hermosa. Los nombres de aquellas niñas eran Aire, Viento y Niebla. Tres nombres hoy míticos en el mundo. Tres nombres que iban a marcar un antes y un después en las relaciones de los dioses con los mortales.
Los padres de las niñas veían como crecían y como cada una de ellas iba adoptando su personalidad. Las tres a pesar de ser hermanas y muy parecidas se iban demarcando por formas de ser muy dispares la una de la otra.
Niebla era una niña de carácter frío, sosegado, apacible. Algo gris en sus pensamientos y no muy clara en sus acciones. Amiga y amante de todos los animales.
Viento era la más temperamental de las tres. Por cualquier motivo se armaba en cólera sin importarle las consecuencias acarreadas con sus acciones. Después, aunque pensara que se había comportado mal, nunca pedía excusas. Arrasaba con todo a su paso sin importarle las consecuencias.
Aire era de las tres hermanas, aparentemente, la más clara, la más tranquila, con un temperamento muy afable y cordial. Tenía la facultad de manipular a los demás con su encanto y docilidad. Dominaba a sus hermanas como madre protectora logrando de ellas una total sumisión a la hora de solicitar sus favores.
Los dioses se volcaron, cada uno de ellos, en darle las mejores alabanzas y dones. Las niñas fueron creciendo con toda clase de bendiciones y aprovechándose de ser las favoritas utilizaban a sus amigos y amigas como si marionetas se trataran.
Cuando la soberbia, que estaba escondida en los tres corazones, creció y creyó que era el momento de hacer su aparición. Convenció a las tres hermosas jóvenes para que utilizaran esa hermosura para crear maldad en su beneficio. Hasta incluso les enseño a usurparse sus personalidades. Así fue que utilizaban las identidades indiscriminadamente de cada una su mejor servicio para echar bromas y burlarse hasta de los mismos dioses que antes les habían favorecido con sus dadivas.
Los amigos, que siempre las habían rodeado y compartido con ellas los juegos y aventuras, poco apoco se fueron distanciando de ellas al sentirse utilizados. A las amigas, de toda la vida, Aire empezó a apartarlas pues creía que estaban compitiendo con ellas en belleza. A los amigos los camelaba con sus atributos. Quería sentirse adorada, adulada, idolatrada.
Zeus, harto de oír todas las travesuras y maldades que las hermosas y parecidas hermanas estaban dejando a su paso, montó en cólera y las llamó a su presencia. Después de escuchar sus súplicas lastimeras, las castigó a no estar, por el resto de la eternidad, nunca más juntas,
Y es desde ese día que no se puede ver a Niebla coincidir con Aire. Y a esta tampoco se le puede ver junto a Viento. Tan solo, la mayoría de las veces, es Aire la que adopta la personalidad de sus hermanas para confundir a los mortales.
Hace tiempo, mucho tiempo, tanto que los más viejos del lugar no lo recuerdan, más allá de donde Crono viste de blanco las sienes, en el seno de una familia de labradores, nacieron en un mismo parto tres hermanas. Los padres, personas humildes y bondadosas, le dieron gracias a los Dioses por el triple regalo recibido.
Al día siguiente del múltiple acontecimiento, sin que la feliz y cansada madre se enterara, el padre ascendió a lo más alto de una colina cercana a su humilde morada, desde donde su roma cima se divisaba el comienzo del mundo. Allá arriba, con éste a las espaldas y el cielo de frente, les habló a los Dioses pidiéndole ayuda para el cuidado y mantenimiento de aquellas tres hermosas niñas que les habían enviado. Les recordó que era pobre y que el campo, en el que trabajaba, no le daría lo suficiente para sustentarlas.
Le ofreció en su honor los mejores productos sacados de la trabajada tierra. El humo que producía ese sacrificio subía a los cielos en una blanca, larga y recta columna en señal de que eran bien recibidos por los inmortales habitantes del Olimpo.
Los Dioses al oír sus plegarias, y recibir aquel sacrificio, le conminaron para que siguiera trabajando como siempre lo había hecho. Le dijeron que les rindiera la pleitesía debida y así, de esa forma, ellos les enviarían la ayuda necesaria para la crianza y educación de aquellos hermosos querubines.
Todos los días a la puerta de su morada eran depositados, en un cesto por los enviados divinos, los mejores productos que se podían imaginar. De la Vía Láctea le llegaba el preciado y blanco líquido, escapado de los senos de la diosa Hera cuando, a esta, Hércules le mordió al ser amamantado. De las huertas, y de los bosques, del Olimpo le llegaban los mejores productos del campo y de la caza. De las profundidades de los mares de Neptuno provenían las mejores especies marinas. En los crudos inviernos de la fragua de Vulcano le llegaban los calores que mitigaban los fríos haciendo que las pequeñas niñas crecieran con sus alabanzas
Todos los dioses colaboraban en la crianza de estas tres hermosas niñas. Los dones que ellos les otorgaron las bañaron tanto en belleza como en sabiduría. Pero uno de los males, que Pandora había dejado libre, se apoderó de cada una de ellas. Era la soberbia que agazapada en cada uno de aquellos pequeños corazones iba creciendo sin que nadie se percatara de ello.
El tiempo pasaba y las tres niñas se iban convirtiendo en mujeres a cada cual de ellas más hermosa. Los nombres de aquellas niñas eran Aire, Viento y Niebla. Tres nombres hoy míticos en el mundo. Tres nombres que iban a marcar un antes y un después en las relaciones de los dioses con los mortales.
Los padres de las niñas veían como crecían y como cada una de ellas iba adoptando su personalidad. Las tres a pesar de ser hermanas y muy parecidas se iban demarcando por formas de ser muy dispares la una de la otra.
Niebla era una niña de carácter frío, sosegado, apacible. Algo gris en sus pensamientos y no muy clara en sus acciones. Amiga y amante de todos los animales.
Viento era la más temperamental de las tres. Por cualquier motivo se armaba en cólera sin importarle las consecuencias acarreadas con sus acciones. Después, aunque pensara que se había comportado mal, nunca pedía excusas. Arrasaba con todo a su paso sin importarle las consecuencias.
Aire era de las tres hermanas, aparentemente, la más clara, la más tranquila, con un temperamento muy afable y cordial. Tenía la facultad de manipular a los demás con su encanto y docilidad. Dominaba a sus hermanas como madre protectora logrando de ellas una total sumisión a la hora de solicitar sus favores.
Los dioses se volcaron, cada uno de ellos, en darle las mejores alabanzas y dones. Las niñas fueron creciendo con toda clase de bendiciones y aprovechándose de ser las favoritas utilizaban a sus amigos y amigas como si marionetas se trataran.
Cuando la soberbia, que estaba escondida en los tres corazones, creció y creyó que era el momento de hacer su aparición. Convenció a las tres hermosas jóvenes para que utilizaran esa hermosura para crear maldad en su beneficio. Hasta incluso les enseño a usurparse sus personalidades. Así fue que utilizaban las identidades indiscriminadamente de cada una su mejor servicio para echar bromas y burlarse hasta de los mismos dioses que antes les habían favorecido con sus dadivas.
Los amigos, que siempre las habían rodeado y compartido con ellas los juegos y aventuras, poco apoco se fueron distanciando de ellas al sentirse utilizados. A las amigas, de toda la vida, Aire empezó a apartarlas pues creía que estaban compitiendo con ellas en belleza. A los amigos los camelaba con sus atributos. Quería sentirse adorada, adulada, idolatrada.
Zeus, harto de oír todas las travesuras y maldades que las hermosas y parecidas hermanas estaban dejando a su paso, montó en cólera y las llamó a su presencia. Después de escuchar sus súplicas lastimeras, las castigó a no estar, por el resto de la eternidad, nunca más juntas,
Y es desde ese día que no se puede ver a Niebla coincidir con Aire. Y a esta tampoco se le puede ver junto a Viento. Tan solo, la mayoría de las veces, es Aire la que adopta la personalidad de sus hermanas para confundir a los mortales.
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